No te van a dar duros a cuatro pesetas…

Hace unas semanas unos amigos míos me dijeron que iban a saltar a la fama, ya que iban a participar como extras en un anuncio de televisión que se rodaba en Valladolid. Las condiciones parecían muy buenas (teniendo tiempo, eso sí): trabajar de 19:00 horas a 7:00 horas durante tres días máximo, cobrando cada día 70 euros. Así que como en épocas cercanas a las vacaciones escolares de navidad se tiene más tiempo libre, decidieron apuntarse.

Hoy me he encontrado con la siguiente entrada de Patoroco: Mi primer casting II: engaños, coches y suecos… Ahí pude comprobar que los refranes que decían nuestras abuelas de «lo barato sale caro» o «no te van a dar duros a cuatro pesetas» se cumplen incluso hoy en día. Y es que cuanto más dinero tiene una empresa, más escasea en recursos (alquilar coches por 20 euros aprovechándose de los propietarios), más intenta engañar escondiéndose en la ley (miente a los propietarios no diciéndoles todo lo que va a ocurrir y cuando ocurren las desgracias no se quieren responsabilizar de nada al no haber contrato firmado) y más se aprovecha de gente trabajadora que pretende ganar algo de dinero para hacer más llevadera esta crisis de una forma relativamente fácil (les prometen más dinero del que luego les dan y no pueden reclamar al no tener nada firmado).

En resumen, en esta sociedad que estamos creando poco a poco cada vez hay que andar con más ojo y más alerta, ya que parece que todo el mundo intenta engañarte como puede para sacar el máximo beneficio personal a costa de los demás. Y lo bueno que tiene es que de golpes se aprende en la vida, y estos golpes son los que se enseñan a nuestros hijos, por lo que la gente poco honrada cada vez lo va a tener más complicado.

El final nunca esperado llegó…

Desde ayer por la tarde, llevo viviendo las peores horas, minutos, segundos… de mi vida. Nunca pude imaginar que la tristeza llegara hasta estos límites, que se pudiera sufrir tanto por algo tan insignificante y rápido como la muerte. Sí, ayer 16 de enero de 2008 sobre las ocho de la mañana, murió mi abuela marterna Avelina. El aviso no me llegó hasta las dos y media de la tarde, cuando mi madre llorando me llamó para comunicármelo. El mundo se me cayó encima. El sábado anterior la encontré como siempre, y ahora ya no estaba.

Mi abuela, para mí, era como una madre más. Era una persona a la que nunca la veías triste o enfadada. Si alguien entristecía, ella lo arreglaba con unas de sus sonrisas y palabras para que recuperaras el ánimo. Por ello, todo el mundo la quería, y eso se ha visto en el tanatorio, en la iglesia y en el cementerio. Era de más de buena, con un corazón enorme. De hecho, no he conocido aún a nadie que tuviera alguna crítica sobre ella, o alguien con quien estuviera enfadada. Sinceramente, creo que no existen.

Una persona joven de 73 años (cumplía 74 en cinco días, pero no llegó) que nunca había caído enferma, pero que la mala suerte la llegó el día que su sangre se reveló contra ella. Tras una hemorragia cerebral, algunos infartos cerebrales, múltiples trombosis cerebrales y no más que varios ataques epilépticos, seguía resistiendo, peleando por vivir. Era de esperar su final, pero nunca te preparas para ello.

Ahora ya no la tengo a mi lado. Ninguno de la familia la tenemos, y la echamos muchísimo de menos. Sólo esperamos que descanse en paz, que ya se acabó ese sufrimiento de ir viendo cómo pasa el tiempo, sin esperanzas de recuperación, esperando la temida muerte. Siempre sabrá que entre su nieto y ella ha habido un vínculo especial que nunca se podrá olvidar, que siempre que quiera tendrá disponible un abrazo y un beso lleno de mimos.

Siempre estarás en mi corazón. Nunca olvidaré los buenos momentos vividos. Ahora descansa en paz y disfruta de la vida eterna (en el caso de que existiese).